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campo peleando contra los enemi- dad; y así vivió muy consolado gos; porque la principal parte de con ella, entendiendo que aquela fortaleza es sufrir, mas que aco-llo era lo que mas le convenia. meter; y así dice el Sábio que es mejor el paciente que el fuerte: Melior est patiens viro forti. Et qui dominatur animo suo, expugnatore urbium. Prov. XVI.

CAPÍTULO XVIII.

Surio en la vida de san Bedasto obispo, cuenta otro ejemplo semejante de un hombre ciego, que en la traslacion del cuerpo de este santo Obispo deseó mucho ver sus santas reliquias, y por consiguiente tener vista para verlas : alcanzó

En que se confirma lo dicho con al-la de Nuestro Señor, y vió lo que

gunos ejemplos.

De la santa virgen Gertrudis se lee (1), que le apareció una vez Cristo Señor nuestro, que traia en su mano derecha la salud, y en la siniestra la enfermedad, y le dijo que escogiese lo que quisiese. Ella respondió: Lo que yo, Señor, deseo de todo corazon, es, que no mireis mi voluntad, sino que se haga en mí lo que fuere mayor gloria y contento vuestro.

deseaba; y viéndose con vista, volvió á orar que si aquella vista no le convenia para el bien de su alma, que le volviese la ceguedad y hecha esta oracion quedó ciego como de primero.

Cuenta san Jerónimo (1), que como san Antonio Abad fuese llamado de san Atanasio obispo á la ciudad de Alejandría, para que le ayudase á confutar y extirpar las herejías que allí habia, Dídimo, que era un varon eruditísimo, pero ciego de los ojos del cuerpo, trató con san Antonio muchas cosas de las sagradas Escrituras, de tal manera, que estaba el Santo admirado de su ingenio y sabiduría y despues de haber tratado de esas cosas, preguntóle si estaba triste por estar ciego. Él callaba, y no se atrevia á responder de vergüenza: finalmente, preguntándole segunda y tercera vez, confesó llanamente que sentia tristeza de ello. Entonces dí

De un devoto de santo Tomás Cantuariense se cuenta (2), que estando enfermo fué al sepulcro del Santo á pedirle que rogase á Dios le diese salud. Alcanzóla; y viniendo sano á su tierra, púsose á pensar entre sí, que si le convenia la enfermedad para su salvacion, ¿para qué queria la salud? Hízole tanta fuerza esta razon, que volvió otra vez al sepulcro, y rogó al Santo que pidiese á Dios le diese lo que mas le convenia para su salvacion. Volvióle Dios la enferme-jole el Santo: Maravillome que un

(1) Blosius, cap. 11 Mon, spir.

(2) Marul. lib. 5, cap. 4; et Jacobus de Voragine.

varon tan prudente como tú se entristezca y duela de no tener

(1) Hier. epist. ad Castrutium cæcum.

aquello que tienen las moscas, y Santo vió la podre, el cáncer y las hormigas y gusanillos de la tier- los gusanos hirviendo, y su para, y no se alegre de tener aquello que solo los Santos y Apóstoles merecieron tener. De lo cual se ve, dice san Jerónimo, que mucho mejor es tener ojos espirituales que corporales.

ciencia y alegría, tuvo de ella compasion; pero mas deseoso con sus llagas, que de los tesoros de la tierra, rogóle mucho que le diese uno de aquellos gusanos como por reliquia. No quiso la sierva de En la primera parte, lib. 6, ca- Dios dársele, si primero no la propítulo 49 de la Historia de la Órden metia devolvérselo; porque ya vede santo Domingo, cuenta el Padre nia á holgarse tanto de verse coFr. Hernando del Castillo, que mer en vida, que si alguno se caia viviendo santo Domingo en Ro- en el suelo, lo volvia á poner en ma, visitaba á una mujer afligida, su lugar; y así sobre su palabra enferma, emparedada, y muy gran se le dió, que era bien crecido, y sierva de Dios, que se habia reco- con una cabeza negra. Apenas le gido en una torre á la puerta de tomó el Santo en la mano, cuando San Juan de Letran, y solia el ben- se volvió en una perla hermosídito Padre confesarla muchas ve- sima, y los frailes admirados deces, y administrarla el santísimo cian á su Padre que no se la volSacramento. Llamábase la mujer viese; y la enferma, pidiendo su Bona, y era tan conforme con el gusano, decia que le volviesen su nombre su vida, que por buena le perla; mas en dándosele, tornó á enseñaba Dios à tener alegría en volverse en la forma que tenia de los trabajos, y descanso en la muer- gusano, y la mujer le puso en sus te. Padecia una gravísima enfer- pechos, donde se habia criado y medad en los pechos, los cuales criaba; y santo Domingo, haciendo tenia ya cancerados y llenos de oracion por ella, y echándole su gusanos, de manera que para bendicion con la señal de la cruz, cualquier otra persona fuera tor-la dejó, y se fué: pero bajando la mento insufrible, sino para ella, escalera de la torre, se le cayeron que lo pasaba con admirable pa- á la mujer los pechos cancerados ciencia y hacimiento de gracias. con los gusanos, y poco a poco fué Por verla santo Domingo tan en- creciendo la carne, y en breves ferma, y tan aprovechada en la dias fue del todo sana, contando á virtud, la amaba mucho. Un dia, todos las maravillas que Dios obradespues de haberla confesado y ba por su siervo. comulgado, quiso ver tan asquerosa y terrible llaga; y aunque con alguna dificultad lo alcanzó, cuando se descubrió Bona y el

En la primera parte, lib. 1, capítulo 83 de la misma Historia, se cuenta, que tratando Fr. Reginaldo con santo Domingo de tomar el

traian para este efecto aquellas sus criadas, ungió á Reginaldo de la manera que se suele dar la Extremauncion. Tan grande eficacia tuvo el tocamiento de aquellas sagradas manos, que súbitamente quedó sano de la calentura, y tan convalecido de fuerzas corporales, como si nunca hubiera estado enfermo; y lo que mas es, que con aquella soberana merced se le hizo otra mayor en la virtud del alma,

hábito de su Religion, y estando y en vuestras manos me pongo. ya determinado de hacerlo, cayó Extendiólas entonces la sagrada en la cama de una fiebre continua, Vírgen, y tomando del óleo que y al parecer de los médicos mortal el Padre santo Domingo tomó muy á pechos la salud, y hacia por él continua oracion à Dios nuestro Señor; y así el enfermo, como él, llamaban á Nuestra Señora en su ayuda con mucha devocion y sentimiento. Estando los dos ocupados en esta peticion, entró por el aposento de Reginaldo la sacratísima Reina del cielo Nuestra Señora con una claridad y resplandor por todo extre- que desde aquella hora jamás sinmo celestial y maravillosa, acom- tió movimiento sensual ni deshopañada de otras dos bienaventura- nesto en su persona en todos los das vírgenes, que al parecer eran dias de su vida, en ningun tiempo, santa Cecilia y santa Catalina, ni lugar, ni ocasion. mártires; las cuales llegaron con En la parte segunda, lib. 6, capíla soberana Señora á la cama del tulo 2 de la Historia eclesiástica se enfermo, á quien ella, como so- cuenta, que entre los varones que en berana Reina y Madre de piedad, aquel tiempo florecieron, era muy consoló, y dijo: ¿Qué quieres que esclarecido Benjamin, que tenia haga yo por tí? Yo vengo á ver lo don de Dios para sanar los enfermos, que pides dímelo, y dársete ha. sin otra medicina que con solo el Empachóse Reginaldo, y como tacto de su mano, ó ungiéndolos con atajado con tan celestial vision, un poco de aceite, y haciendo oradudaba de lo que convenia hacer cion por ellos; y con esta gracia ó decir; mas una de aquellas San- de sanar á otros, tuvo él gran dotas, que con Nuestra Señora ve- lencia de hidropesía, de la cual se nian, le sacó presto de este cuida-hinchó tanto, que no podia salir do, diciendo: Hermano, no pidas cosa: déjate todo en sus manos, que mucho mejor sabe dar, que tú pedir. El enfermo siguió este consejo, como tan discreto y avisado, y así respondió á la Vírgen: Señora, no pido nada no tengo mas tristecerse, porque no podia dar revoluntad que la vuestra en ella medio á la suya; y á los que le te

por la puerta de su celda, si no desquiciaban las puertas; y así estuvo dentro de ella ocho meses, hasta que murió sentado en una silla muy ancha, donde curó muchas enfermedades, sin quejarse ni en

nian lástima, consolaba y decia : | saba hasta hora de maitines, á los Rogad á Dios por mi alma, y de cuales, como se ha dicho, se lemi cuerpo no cureis, que aun cuan- vantaba, permaneciendo en ellos, do estaba sano, de ninguna cosa y en oracion hasta que era de dia. me servia. Este era el repartimiento del tiemEn el cap. 10 del Prado espiri-po de este santo enfermo, y estos tual se cuenta de un monje llama- eran sus ordinarios ejercicios. Sucedo Bernabé, que como en un cierto dió una vez venir á él un monje, camino se le hincase un palillo por el cual viéndole tan lastimadas las el pié, no lo quiso quitar por algu- manos, le dijo que se las untase nos dias, ni ser curado en la heri- con aceite, y no sentiria tantos da, por tener con que padecer al- dolores con las aberturas; hízolo gun dolor por amor de Dios; y así Zaqueo, y no solo no se le midícese que decia à los que le visi- tigó el dolor, pero se le acrecentó taban Cuanto mas padece y se mucho mas y viniendo despues á mortifica el hombre exterior, tanto verle san Pacomio, y contándole mas el hombre interior se vivifica lo que habia hecho, díjole el Sany fortalece. to: ¿Pensabas, hijo, que no ve Dios En la vida de san Pacomio cuen- todas nuestras enfermedades, y que, ta Surio de un monje llamado Za- si es servido, no las puede sanar? queo, que con estar enfermo de Pues el no hacerlo así, sino permigota coral, no por eso remitia un tir que padezcamos dolores hasta punto del rigor de su acostumbra- que él sea servido, ¿para qué pienda abstinencia, que era solamente sas que lo hace, sino para que le pan con sal, ni cesaba tampoco dejemos à él todo el cuidado de de hacer las oraciones que acos- nosotros, y pongamos solamente tumbraban los otros monjes sa- en él toda nuestra confianza; y nos, acudiendo á maitines y á las tambien para bien y provecho de demás horas; y lo restante del tiem- nuestras almas, para podernos despo en que cesaba de orar, se ocu-pues acrecentar la paga y premio paba en hacer esteras, espuertas y eterno, por estos breves trabajos sogas; y con la aspereza del espar- que él nos envia? Compungióse to, de que las tejia, tenia las ma- mucho con esto Zaqueo, y díjole: nos tan lastimadas, que le corria Perdóname, Padre, y ruega á Dios siempre sangre de las grietas; lo que me perdone este pecado de pocual hacia por no estar ocioso y ca confianza y conformidad con à la noche antes de dormir tenia por costumbre meditar algunas cosas de la sagrada Escritura, y luego hacer la señal de la cruz sobre su cuerpo; y esto hecho, descan-do, que no comia sino de dos á

la voluntad de Dios, y deseo de sanar. Y yéndose Pacomio, en penitencia de culpa tan leve ayunó todo un año con ayuno tan rígi

CAPÍTULO XIX.

dos dias, y entonces muy poco, y quedan remediados: todo esto ya llorando. Este ejemplo tan nota- lo ha dejado el religioso con ble solia contar despues el gran Pa- tiempo; y así no le da pena ni comio-á sus monjes, para amones- dolor. Cuando la muela está bien tarles à la perseverancia en el tra- descarnada y apartada de las enbajo, y, la confianza en Dios, y cías, con facilidad se saca; pero si el reparar en faltas pequeñas. la quereis sacar sin descarnarla, causaros ha mucho dolor; así al religioso que está ya descarnado y despegado de todas esas cosas del mundo, no le duele à la hora de la muerte el dejarlas, porque ya las dejó él de su voluntad, y con gran merecimiento, cuando entró en la Religion, y no aguardó á dejarlas á la hora de la muerte, como los del mundo, cuando de necesidad se han de dejar, aunque ellos no quisieran, y con grande dolor y pena, y muchas veces sin

De la conformidad que habemos de tener con la voluntad de Dios, así en la muerte como en la vida.

Tambien habemos de estar conformes con la voluntad de Dios, así para morir, como para vivir; y aunque esto del morir de suyo es muy dificultoso, porque, como dice el filósofo : Omnium re-merecimiento alguno; porque mas rum nihil morte terribilius, nihil acerbius, Arist, 4 Ethicor. c. 6; la muerte es la cosa mas terrible de todas las cosas humanas; pero en los religiosos está quitada y allanada en gran parte esta dificultad, porque ya tenemos andado el medio camino para ello, y aun cási todo porque cuanto à lo primero, una de las cosas porque á los del mundo se les suele hacer dificultoso el morir, y les da pena que llegue aquella hora, es porque dejan las riquezas, las honras, los deleites, entretenimientos y regalos que tenian en esta vida, los amigos, los parientes, y el otro la mujer, y el otro los hijos, que no suelen dar pequeño cuidado en esta hora, especialmente cuando no

dejan ellas á sus poseedores, que ellos á ellas; y este es uno de los frutos que entre otros muchos tiene el dejar el mundo, y entrar en Religion, como nota muy bien san Juan Crisóstomo (1), que á los que están en el mundo muy cansados con la hacienda, entretenimientos y regalos de esta vida, les es muy penosa la muerte; conforme á aquello del Sábio: O mors, quam amara est memoria tua homini pacem habenti in substantiis suis! Eccli. XLI, Aun la memoria de la muerte les es muy amarga, ¿qué será la presencia? Si pensada es amarga, ¿qué será gustada? Pero al religioso que ha dejado ya todas esas cosas, no le es amarga la Chrysost. homil. 14; II Tim.

(1)

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