» dice en ella, haber estado desde el amanecer á pique, y que » solo esperaba un poco de viento favorable para que todos le » siguiesen, usando de la reserva de no expresar el paraje á » donde tiene determinado irse, sin duda por conocer que yo » no puedo ménos de protestarle, como lo hago, las malas >> consecuencias que se puedan seguir al servicio del rey de >> una resolucion tan intempestiva y tan poco decorosa á las » armas de S. M., como la de dejarnos enteramente cortada la >> comunicacion con Buenos Aires, de donde nos han de venir >> los víveres y todos los auxilios necesarios, sin mas motivo » que el haberse visto en Montevideo 9 embarcaciones, que » segun todas las señas son portuguesas, de las cuales solo una » era de tres palos, y las demas pequeñas de dos, y aun no >> sabemos estén armadas, ántes se discurre ser de comercio; » pero cuando no lo fuesen, hasta ahora no se ha roto la guerra >> con los Portugueses, ni veo que aun cuando la hubiera sean » fuerzas competentes para hacer frente á las que Vd. tiene á >> sus órdenes; fuera de que antes de huir del peligro, la razon » dicta que se vea si lo hay, ó no; y aun que se hayan confor» mado con Vd. los capitanes del navío Santa Cruz y de los » 3 avisos, siendo esto tan conforme á su comodidad, no se » podia dudar que lo seguirian. En vista de esto, aunque hasta » ahora, por que se hiciese sin tropiezos el servicio del rey, he >> disimulado algunas cosas en que Vd. ha mostrado su inde pendencia, al presente no puedo ménos de preguntarle, como » lo hago, si tiene, ó no, órden del rey para estar á las miras, >> repitiéndole, en consecuencia de las que se me han comuni»cado, de la de S. M., que situándose, como lo tengo intimado, » con la izquierda á la isla de Hórnos, y la derecha á la del >> Farallon, suspenda su retirada, hasta que con la vuelta de la >> lancha que ha salido á reconocer las embarcaciones que han » puesto á Vd. en tanto cuidado, hayamos adquirido noticias » sobre qué fundar la resolucion que mas convenga al servicio » de S. M. » Parece que yo deberia insertar aquí la respuesta de Sarria del dia 20, pero yo me guardaré muy bien de perder este tiempo tan inútilmente. Hágase Vd. su mas apasionado amigo, y hágase Vd. el mismo Sarria, y sírvase Vd. satisfacer á dos cargos que resultan de no pequeña entidad, sin hacerme ahora cargo de sus consecuencias. El 1° es la fuga, sin saber todavía las fuerzas del enemigo; y el 2o es avanzarse á la práctica de una resolucion tan indecorosa, sin dar parte al jefe que tenia á la vista. Aseguro á Vd. que su respuesta nada satisface, ni puede satisfacer por mas que se revuelva en citar la biblia de sus ordenanzas; y porque solo podria hacer alguna fuerza la falta de gente que pretextó en su escuadra, pondré al fin de mi carta un puntual estado de su armamento, para que Vd. colija las fuerzas, y haga con justicia la debida crítica. Y entre tanto conténtese Vd. con saber, que la noche del 20, despues de haber recibido la carta que Vd. acaba de ver, huyó con toda la escuadra, añadiendo á lo vergonzoso de la fuga la notable calidad de ser nocturna; debiendo Vd. notar, que, sin embargo de traer á bordo de su escuadra, y de otras embarcaciones de trasporte, cerca de 3,000 hombres para esta banda, faltos de víveres, de paciencia y de salud, por haber demorado 13 dias en esta travesía, que es viaje de 4 horas, no pudiendo conseguirse que jamas navegase un rato de la noche en que regularmente entraba la virazon de tierra que le servia por la popa, citando á cada paso el sagrado de sus ordenanzas para no navegar de noche en el pasaje; mas para la fuga franqueándole el miedo su seguridad, no hubo ordenanzas que se la embarazase á la media noche. Mas habiendo faltado el viento á Sarria á dos leguas de donde habia salido, le fué preciso dar fondo, y con esta ocasion le alcanzaron las cartas del general en que le instaba volviese al puerto de donde habia salido. Pero insistiendo siempre en su retirada solo á la punta de Lara, de donde ofició volver luego que los sugetos que se habian enviado á reconocer las dichas embarcaciones enemigas diesen razon de ser inferiores las fuerzas de estos á las nuestras, consintió, apurada ya su paciencia, en que se fuese á la punta de Lara, de donde en el término de 4 horas podia retirarse á su destino, cerca de la Colonia. 1763. 1. Su fuga. 2° No haberla participado. Insistió en su retirada á la punta de Lara, 6 Ensenada. 1763. Participacion de la guerra contra Portugal. Apénas habia llegado á la punta de Lara, ó Ensenada, se recibieron aquí los pliegos de la corte con la declaracion de la guerra contra Portugal, y en esta atencion en 1o de octubre se lo hizo saber S. E. avisándole asimismo, que el capitan de infantería D. Alonso Serrato, el teniente de fragata D. Juan Antonio Guerréros y el piloto D. Manuel de Zapiola habian ya vuelto y reconocido por menor las embarcaciones portuguesas, cuya fuerza era muy inferior á la suya sin la menor duda, como constaba de la certificacion de estos tres sugetos que le despachó, y despues de prevenirle cuanto era conducente al servicio del rey en aquella coyuntura, le dice así el general: « En consecuencia à ocupar su puesto de todo lo referido, no puedo ménos de prevenir á Vd., como » lo hago, venga sin dilacion con toda la escuadra de su mando » á situarse en el paraje insinuado para los fines del real ser>> vicio que quedan expuestos, en la inteligencia de que la Colo»nia será atacada dentro de 3 ó 4 dias de la fecha de esta. >> Fué llamado cerca de la Colonia. Su renuencia y cobardía. Esta carta no mereció otra respuesta que la de hacer su escuadra la mas inútil del mundo. Todo se redujo á que con los 180 hombres de su fragata, y el corto número que respectivamente habia en las demas embarcaciones de su cargo no podia resolverse á empresa alguna ; y que la declaracion de los tres que afirmaban ser inferiores las fuerzas de los Portugueses, no tenian otro fin que el de complacer á S. E. De modo que este oficial cuando se recibió del mando de la escuadra la halló tan bien aperada, como efectivamente lo estaba cuanto permitia el país, y dió á S. E. las gracias por el armamento, y por la confianza con que le honraba, poniéndolo todo bajo de su mando; pero despues cuando se trataba de ponerse, aunque léjos, á la vista del enemigo, ni los navíos, ni las lanchas, ni los víveres, ni las municiones, ni la gente valian en su dictamen para maldita la cosa. Vd. no obstante hará la debida justicia al mérito de la causa, enviando el estado nuestro y de los enemigos, que por menor he ofrecido poner al pié de esta. Ántes que S. E. contestase á esta última carta, que escribió, recibió otra en que el Sr. Sarria toma á su cargo el ponderar lo mucho que importaba la conservacion del puerto de la Ense { nada, aunque por entonces quedó en la punta de Lara, donde nuevamente recibió dos de S. E. de 5 y 9 de octubre, en que por todos los medios que puede dictar la prudencia humana, y con todas las expresiones que le dictaba su celo, le persuadia al cumplimiento de su obligacion, y á dejar aquel paraje para ponerse á vista de la plaza, cuyos fuegos habian ya comenzado el dia 5 por la noche. No quedó punto de honor que S. E. no le propusiese, ni perjuicios que no le protestase; pero nada bastó para hacerle salir de aquel asilo en que voluntariamente se habia refugiado, ni para hacerle creer que realmente eran muy flacas las fuerzas de la marina de los enemigos, por mas que se le aseguraba positivamente, despues del nuevo reconocimiento y rígido exámen que hacíamos diariamente, como que estaban estas embarcaciones dentro del puerto, sobre el cual teníamos nuestras trincheras para el sitio de la plaza. Los clamores de la tropa de tierra, ocupada en el sitio, las dolorosas voces de todo Buenos Aires contra dicho Sarria, y las muchas cartas de particulares que abominaban sin algun recelo de tan fea conducta, movieron al teniente de rey á pasar á la Ensenada, á fin de hacerle salir á situarse á la vista de la Colonia; pero fué en vano, porque protestando que las fuerzas de los Portugueses eran superiores, y que él se hallaba falto de gente, que habia sido siempre su cantinela ordinaria, no fué posible acalorarle para que saliese este buen comandante de su gallinero. Ántes sí, en lugar de venir, como debia, á ponerse á la vista del enemigo, se metió dentro de la Ensenada de Barragan, echó parte de la artillería en tierra, facilitando por este medio la desercion de la gente de mar que habia en la Ensenada, y aun dió licencia á algunos para que se fuesen á Buenos Aires, dejando con esta determinacion asegurados los enemigos, de que no tenian que recelar de nuestras fuerzas de mar, y en esta confianza navegaban efectivamente nuestras islas y costas á buscar faginas, víveres y lo demas que necesitaban para continuar con vigor la resistencia y reparar cada dia mas y mas. las brechas que nuestro cañon iba abriendo. Últimamente, apurada al parecer la paciencia del general, le 1763. Fué llamado nuevamente, aunque en balde. Nuevas instancias, siempre inútiles. 1763. Reconvenciones y cargos contra Sarria, por su indecorosa conducta. Nuevas órdenes para que ocupe su puesto. Su llegada extemporánea. escribió el dia 14 en estos términos. « Muy Sr. mio cuando yo Pasa S. E. á hablar del embarazo que habian hallado los Esta carta por fin le hizo salir. Pero cómo? Respondió un millar de cosas fuera de propósito; mas en fin decia que en aquella misma hora que eran las 8 de la noche del 17, iba á dar las órdenes para disponerse á la salida; pero ellas fueron tales que no salió hasta el 29, en que la plaza envió sus capitu 1 i |