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1763. Pormenores

que acreditan su cobardia.

Sus fútiles

y especiosos descargos,

sidere Vd. qué órden tan seca y qué escasa de verdaderos motivos, para un hecho que en iguales circunstancias no ha de tener ejemplar ¡intentona el enemigo! Pues cuando este no estuviera tan derrotado como se observa, ¿no era preciso que volviese á pasar por los fuegos de la plaza y de la isla, ántes de cometer un insulto en la fragata? No hay duda. ¿Y en caso que lo intentase con algunos botes, no podrian 180 hombres con sus oficiales, si estos no hubiesen abandonado la fragata, defenderla como se debia por el honor de las armas y de la nacion? Tambien es cierto. Y en veinte y cuatro horas en que hizo Sarria cinco viajes á tierra firme y las islas, es posible que no pudo destinar uno o dos para salvar la pólvora, que es un género apreciable á peso de oro en estas circunstancias ¿Quién puede dudarlo? ¿Es honor tampoco de algunos oficiales de marina. abandonar su navío, estando sano, dentro del puerto, sin saber por qué y sin dar parte en veinte y cuatro horas de idas y vueltas al capitan general, estando el tiempo sereno y teniéndole al tiro de cañon? Ciertamente que no. ¿Y qué hubiera sucedido si el resto de la gente hubiera con tan mal ejemplo hecho lo mismo que sus oficiales? ¿Qué habia de suceder? que aquellas pocas fuerzas que llegasen del navío quemado á la fragata, la hubieran quemado por falta de gente que la apagase. Pero cuando esta primera fuga tuviera alguna disculpa, ¿podrá tenerla la segunda de la isla á tierra firme, á la una de la noche, por haber oido en la fragata algunos cañonazos disparados por una alarma falsa, como uno y otro consta hasta hoy por declaraciones? Claro está que no, porque aquel era el lance de venir á ella á defenderla como debia. Finalmente, ¿ no causará rubor á todo buen Español ver que todo el dia siete se consumió en trasportar el equipaje de los oficiales, sin dar órden para salvar lo perteneciente al rey? Confieso que yo tengo vergüenza de escribirlo; pero ello es cierto, y está probado por las declaraciones de cuantos sugetos de todas clases eran de la dotacion de la fragata.

Puedo asegurar á Vd. que yo viviré siempre con la curiosidad de saber qué género de descargo darán estos oficiales en su confe

sion, especialmente habiendo quedado indemnes el navío Santa Cruz y el aviso San Zenon, que estaban en el puerto con la fragata. Bien sé que se ha dicho por ellos mismos que la tripulacion estaba sublevada, y tenia ya perdida la obediencia; pero ¿cómo puede ser compatible esta especie con haber permanecido la gente á bordo, aun despues de verse abandonada de sus oficiales? ¿Cómo una gente sublevada habia de venirse voluntariamente á la plaza donde habia de ser indispensable el castigo? Finalmente, esta gente no estaba amotinada en la tarde del combate, que fué el 6, porque ciertamente entónces asistieron al manejo del cañon y maniobras, aunque el capitan luego que vió entrar los navíos en el puerto se puso á la vela para huir, como en efecto lo hizo con tal precipitacion que no reservó ni una azuela; pues & cuándo, por qué se sublevaron? No es fácil saberse mas lo que puede discurrirse sin demasiada fatiga, es que viendo que su capitan y oficiales los abandonaban por unos temores despreciables, clamaban algunos por seguir su ejemplo, y en verdad que lo mismo hiciera yo; y si cuando los Ingleses hacian llover en esta plaza palanquetas y metralla, se hubiera tenido al general por el porton, hubiera yo dado con un demonio, á quien hubiera intentado no dejarme seguir el mismo rumbo. ¡Hola! Pues si el padre prior juega á los naipes, qué harán los frailes? Últimamente, es falsa é improbable la especie de levantamiento en esta gente, porque lo contrario consta por todas las declaraciones de los oficiales de mar y demas que van declarando en la sumaria. La fragata ya está perdida, que es lo doloroso. El contramaestre harto hizo para salvarla, porque no cumpliendo con el rigor de la órden de abrirle buenos rumbos, mandó darle únicamente barrenos. El general luego que por un marinero supo casualmente el atentado, mandó al piloto Zapiola y un práctico de este puerto, con bastante número de gente para sacar la fragata, como lo lograron; pero entrando en el puerto á la vela, vino la recia tormenta del dia ocho, y la echó sobre una restinga de piedras, donde se perdió por falta de ancla con que mantenerse en mejor situacion, respecto de que cuando Sarria huyó, lo hizo tan

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1763.

Daños que ocasionó

el haber echado al agua la artillería.

Falsedad de Sarria para cohonestar

su conducta.

ld.

precipitadamente que no reservó ancla ninguna, dejándolas todas en el fondo.

La fechoría de echar al agua la artillería produjo tambien el daño de que golpeando sobre ella la fragata se maltratase mas, y se enterrasen algunos cañones que efectivamente no se han podido hallar por mas diligencias que se han hecho; pero se sacaron por los sugetos que el general envió á este fin, aunque á costa de mucho trabajo, como onze cañones y casi todos los pertrechos y municiones de la embarcacion, ménos la pólvora, que toda se perdió, y se hubiera estimado mucho, por ser un género que nos hacía suma falta, lo que no ignoraba Sarria.

Parece que hizo este oficial ánimo de que se perdiese, no solamente la fragata, sino todo lo perteneciente á la dotacion de ella. Lo gracioso es, que habiéndose hallado un cierto sugeto en la isla, algo despacio con él, le preguntó por qué no habia dado la órden oportunamente para salvar cuanto tenia la fragata; y respondió: « Que ya estaba en ese ánimo, pero que como le arrestaron de órden del general, no pudo dar la providencia que correspondia. » Pues sepa Vd., amigo, que es esta una respuesta que convence; vealo Vd., claro: el dia siete por la tarde mandó echar á pique la fragata, y que para eso se le abriesen unos buenos rumbos. El dia ocho, á las nueve, habiendo sabido el general la infamia del capitan y los oficiales que fueron con él á la isla de San Gabriel, de haber abandonado su navío, mandó al comandante de ella que los arrestase; saque Vd. ahora la cuenta, si era ya tiempo de dar providencias para salvar los pertrechos, cuando ya la fragata, en virtud de su órden, habia echado la tarde antecedente al agua la artillería, y estaba llena de agua, que le entró por los barrenos que se le dieron, en lugar de los buenos rumbos que mandó abrir. ¿Por qué no dejó tambien para el dia tres el dar providencia sobre su equipaje, del cual recogió hasta lo mas inútil? Vd, que es su apasionado, me responderá por él en la primera ocasion.

Voy á concluir precaviendo una cierta especie, que me acaba de decir un sugeto que tambien se halló en la isla, y aun me asegura que ha comunicado á sus amigos esta misma especie

por escrito. Es á saber que el gran daño que recibieron los enemigos fué de su fragata, y que en la plaza habia confusion y se hacía fuego con lentitud.

Ya ve Vd. que, para la verdad del hecho, nos cita los prisioneros. Pues mire Vd., á tres dieron libertad en la costa del Rosario, y estos, en su declaracion, no han nombrado su fragata. Á los cuatro restantes dieron libertad cerca de Montevideo, á quienes tomó su declaracion oficial el gobernador de aquella plaza (tribunal que no puede recusar Sarria), y tampoco se encuentra una palabra que sea relativa á la fragata, á sus fuegos ni á sus oficiales. Remítome á dichos instrumentos, que podrá Vd. hacerlos reconocer por quien quisiere.

Digo que la plaza no hizo mas ni ménos fuego que del que necesitaba para matar 40 hombres, fuera de muchos heridos en el navío grande, para ponerlos en un desórden que los abrazó; para dará la fragata inglesa treinta y nueve balazos en su cinta; para matarles 80 hombres y heridos muchos mas; para vandear su palo mayor por tres partes y para maltratar el navío portugues como se sabe. Esto sí que han declarado los prisioneros, á quienes dieron libertad; pero no necesitábamos de ellos para saberlo mejor, como luego se verá.

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Id.

de Sarria,

Condénalo

La fragata de Sarria, luego que vió que la capitana inglesa Fuga de la fragata penetraba al puerto, la vimos todos huir; si causó estragos ó no en los navíos enemigos, no puede saberlo Sarria, sino por confesion de los Ingleses. ¿Quiere pues saber lo que estos dicen? Es natural que sí; pues mire Vd., el primer teniente de los oficiales ha dado cuenta á su nacion de la desgracia sucedida á la escuadra que mandaban; este primer teniente de guerra, llamado D. Hugo Hackouse, escribe al secretario del almirantazgo D. Juan Hutchinson, con fecha 31 de enero, y traducido un capítulo de su carta, que dejó abierta en poder de un paisano suyo para que la encaminase, dice así: « Señor, creo que tendrá Vd., ántes que llegue esta á sus manos, la noticia lamentable del suceso que nos acaeció atacando la nueva Colonia del Rio de la Plata, en 6 de enero de 1763. El Lord Clive, la Embuscada y un navío portugues entraron en el puerto, en el cual habia

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el testimonio de los Ingleses.

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Id.

Conclusion.

dos navíos de los enemigos y várias embarcaciones pequeñas, y apénas comenzaron los ataques, cuando dichos navíos se retiraron, dejándonos dueños de fulminar á gusto. Uno de estos navíos era una fragata de guerra, su porte 28 cañones, de á 12 su calibre, corrió hasta dar en la costa donde queda enteramente perdida. »

Ya ve Vd. el honor que en esta carta se hace á nuestra fragata ; Sarria sé que dijo á un confidente suyo, que los Ingleses harian poner en sus Mercurios y Gacetas el daño que recibieron de la dicha fragata y el animoso denuedo con que combatió. Pues es regular que la noticia pase al Mercurio desde la secretaría del almirantazgo, y en esta inteligencia ya puede Vd. avisarle con anticipacion que en la Gaceta de Londres tendrá lugar su elogio, en la forma y términos que la carta indica. Yo por mí nada le disputaré, ni su gloria ni su mérito; renuncio de uno y otro, y conténtome con la seguridad que tengo de ser ciertamente mas animoso que él, aunque no soy militar, pues al paso y tiempo que se iba á la isla huyendo del navío incendiado, yo me bajaba á la playa, de donde estaba mas cerca para ver sin embarazo alguno aquel fuego, que efectivamente voló, y me divirtió á las ocho de la noche.

Creo, amigo, que habré llenado los deseos de Vd. con la prolija noticia que aquí doy. Bien sé que no ha de ser á Vd. de complacencia, mas tambien puede estar cierto que no ha de ser de gusto para ningun Español. Todos lo sentimos mucho, y mas que todos juntos, lo ha sentido nuestro general, quien ha tenido positivos deseos de adelantar á Sarria y su subalterno, y lo hubiera solicitado con la mayor eficacia, si de su parte hubiera cooperado alguna cosa al desempeño de su obligacion. Y créame Vd. que S. E. no ha sentido la inaccion de estos en tiempo del sitio, ni la voluntaria pérdida de la fragata, tanto por ellos cuanto por lo que resulta en desdoro de nuestra marina, á cuyo cuerpo mira hoy S. E. con todo el honor que se merece el bello estado suyo, como lo acreditan las decorosas expresiones con que muchos y yo le hemos oido hablar frecuentemente de su distinguido cuerpo de oficialidad y tropa.

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